The discovery of magnetite crystals in the human brain has been one of the most important mineralogenetic discoveries of the last decade. J. L. Kirschvink made public in 1992 -by means of his already classic work Magnetite biomineralization in the human brain- the presence in the human brain of minerals of the magnetite-maghemite family
, whose morphologies and structures resemble those precipitated by magnetotactic bacteria. Magnetite is Fe3O4 and maghemite (Fe2.67O4) is one of its typical oxidation products. Magnetite is a very common iron oxide in nature, and a well-known mineral in the world of geology not only for its properties magnetic, but because it is the richest raw material for obtaining cast iron and steel. It is a ferrimagnetic mineral characterized by a Curie temperature (Tc) of 580 degrees Celsius, for an average value. of magnetic susceptibility- (K') of 0.29, emu/cm3, and for a maximum remanence (Ms) of 92 emu/g. In essence, said ferrimagnetism implies a coordination in the action of atomic moments, and that all moments within a domain are parallel or opposite. The behavior is fundamentally the same as that of ferromagnetic substances, except for the small net moment within each domain
Five million per gram Well, it has been estimated that in most tissues of the human brain there are at least five million crystals of magnetite per gram, and more than 100 million crystals per gram for pituitary and hard. If we add to this that magnetite crystals are found in the brain forming groups of between 50 and 100 particles, it seems obvious to conclude that every human brain is characterized by certain magnetic properties. Prior to this finding, several articles have proposed that radiation can produce variations in the concentration of certain substances in the body, such as melatonin, serotonin and other neurotransmitters, or condition the formation of others. As expected, the discovery of magnetite in the brain has caused the controversy over the effects generated by the continuous exposure of living beings to certain electric, magnetic or electromagnetic fields to open up again, although from a different perspective. It is scientifically proven that magnetite is an excellent material that absorbs radiation, especially between 0.5 and 10 GHz.
Some researchers, such as R.M. Macklis, suggest that the existence of magnetite crystals in the human brain should be taken into account to establish whether the electromagnetic radiation associated with certain power lines could give rise to physiological effects with potentially dangerous results for health. This has led, among other reasons, to the Cambridge Division of Applied Sciences designing a hands-free cellular radio telephone whose technological equipment reduces the pattern of specific absorption of electromagnetic energy by the brain.
From another research perspective, it is known, for example, that there is a magnetic sense in various species and that the basis of this sense, and its determining role in migratory movements, is based on the existence of ferri and ferromagnetic materials in the brain. . It is clear that the routes of many migratory birds are not learned from the parents, since the young often depart first. To explain a hereditary sense of direction, it has been suggested, among other hypotheses, an orientation according to the Earth's magnetic field. Following a similar argument, it has been shown in mice that their magnetic sense and general learning ability decrease when subjected to strong (and even only weak) magnetic fields. Said losses have been explained by the interaction of the external magnetic field with the magnetite of their brains.
in the bees
H. Schiff and G. Canal discovered the existence of very small superparamagnetic particles of magnetite located in the villi of the abdomen of bees, and indicated that they could have a magnetoperception that would allow them to find their food source on cloudy days by sequentially tracking images associated with magnetic gradients. In short, it is admitted as a proven fact that -without entering into any type of debate- an external electromagnetic field interacts, in some way that is not yet well known, with the electromagnetic pattern of our brains . However, the controversy over the possible effects and applications of this interaction remains in the spotlight. Probably, like any new discovery, we will have to wait at least a decade to have a clearer understanding of its true potential. In any case, the discovery of magnetite in the brain has not only provided a common research framework where different scientific disciplines (medicine, physical mineralogy, etc.) converge, but has also opened new lines for the study of biomineralization processes and for better understand certain types of interactions between the human brain and the environment around us.
Jesús Martínez-Frías is a doctor in Geological Sciences and scientific collaborator of the CSIC.
THE ELECTROMAGNETIC AFFECTATION CHANGES THE POLARITY OF THE BLOOD TO A LEFT ORIENTATION.
WITH BIORESONANCE MORA CAN BE CHANGED AND RETURN TO NORMALITY.El hallazgo de cristales de magnetita en el cerebro humano ha sido uno de los descubrimientos mineralogenéticos más importantes de la última década. J. L. Kirschvink hizo pública en 1992 -mediante su ya trabajo clásico Magnetite biomineralization in the human brain- la presencia en el cerebro humano de minerales de la familia de la magnetita-maghemita
, cuyas morfologías y estructuras se asemejan a los precipitados por bacterias magnetotácticas. La magnetita es el Fe3O4 y la maghemita (Fe2,67O4) uno de sus productos típicos de oxidación.La magnetita es un óxido de hierro muy común en la naturaleza, y un mineral bien conocido en el mundo de la geología no sólo por sus propiedades magnéticas, sino, por ser la materia prima más rica para la obtención de hierro fundido y acero. Se trata de un mineral ferrimagnético caracterizado por una temperatura de Curie (Tc) de 580 grados centígrados, por un valor promedio. de susceptibilidad magnética- (K’) de 0,29, emu/cm3, y por una remanencia máxima (Ms) de 92 emu/g. En esencia, dicho ferrimagnetismo implica una coordinación en la actuación de los momentos atómicos, y que todos los momentos dentro de un dominio son paralelos u opuestos. El comportamiento es fundamentalmente el mismo que el de las sustancias ferromagnéticas, salvo por el pequeño momento neto dentro de cada dominio
Cinco millones por gramoPues bien, se ha estimado que en la mayoría de los tejidos del, cerebro humano hay un mínimo de cinco millones de cristales de magnetita por gramo, y más de 100 millones de cristales por gramo para la pía y dura. Si a esto le añadimos que los cristales de magnetita se encuentran en el cerebro constituyendo grupos de entre 50 y 100 partículas, parece evidente concluir que todo cerebro humano está caracterizado por unas determinadas propiedades magnéticas. Previamente a este hallazgo, varios artículos han propuesto que la radiación puede producir variaciones de concentración de determinadas sustancias en el organismo, tales como melatonina, serotonina y otros neurotransmisores, o condicionar la formación de otras. Como era de esperar, el descubrimiento de la magnetita del cerebro ha hecho que la controversia sobre los efectos generados por la exposición continuada de los seres vivos a determinados campos eléctricos, magnéticos o electromagnéticos se abriera de nuevo, aunque desde un enfoque distinto. Está científicamente demostrado que la magnetita es un excelente material absorbente de la radiación, sobre todo entre 0,5 y 10 GHz.
Algunos investigadores, como R.M. Macklis, plantean que la existencia de cristales de magnetita en el cerebro humano debería ser tenida en cuenta para establecer si la radiación electromagnética asociada con determinadas líneas eléctricas podría dar lugar a efectos fisiológicos con resultados potencialmente peligrosos para la salud. Esto ha llevado, entre otras razones, a que en la División de Ciencias Aplicadas de Cambridge se diseñara un radioteléfono celular de manos libres cuyo equipamiento tecnológico reduce la pauta de absorción específica de energía electromagnética por el cerebro.
Desde otra perspectiva de investigación, se sabe, por ejemplo, que existe un sentido magnético en varias especies y que la base de este sentido, y su papel determinante en los desplazamientos migratorios, se basa en la existencia de materiales ferri y ferromagnéticos en el cerebro. Es evidente que las rutas de muchas aves migratorias no se aprenden de los padres, puesto que a menudo las crías parten primero. Para explicar un sentido de la dirección hereditario, se ha sugerido, entre otras hipótesis, una orientación según el campo magnético terrestre. Siguiendo una argumentación similar, se ha demostrado en ratones que su sentido magnético y su capacidad general de aprendizaje disminuyen cuando se les somete a potentes (e incluso sólo débiles) campos magnéticos. Dichas pérdidas se han explicado por la interacción del campo magnético externo con la magnetita de sus cerebros.
En las abejas
H. Schiff and G. Canal descubrieron la existencia de pequeñísimas partículas superparamagnéticas de magnetita localizadas en las vellosidades del abdomen de las abejas, e indicaron que éstas podrían poseer una magnetopercepción que las permitiría encontrar su fuente de alimentación en días nublados mediante el seguimiento secuencial de las imágenes asociadas con gradientes magnéticos.En definitiva, se admite como un hecho probado que -sin entrar en ningún tipo de debate- un campo electromagnético externo interacciona, de alguna forma que aún no, es bien conocida, con el patrón electromagnético de nuestros cerebros. Sin embargo, queda en el candelero la controversia sobre los posibles efectos y aplicaciones de esta interacción. Probablemente, como todo nuevo hallazgo, deberemos esperar al menos una década para tener un conocimiento más claro de su auténtico potencial. De cualquier forma, el descubrimiento de la magnetita del cerebro no sólo ha supuesto un marco común de investigación donde convergen distintas disciplinas científicas (medicina, mineralogía fisica, etcétera), sino que ha abierto nuevas líneas para el estudio de los procesos de biomineralización y para comprender mejor determinados tipos de interacciones entre el cerebro humano y el medio que nos rodea.
Jesús Martínez-Frías es doctor en Ciencias Geológicas y colaborador científico del CSIC.
LA AFECTACION ELECTROMAGNETICA, CAMBIA LA POLARIDAD DE LA SANGRE A ORIENTACION IZDA.
CON BIORESONANCIA MORA PUEDE CAMBIARSE Y VOLVER A LA NORMALIDAD.